A principios del siglo XX, se pensaba que los empleados de las organizaciones se movilizaban más debido al incentivo monetario, es decir, se pensó que cuanto más dinero mayor motivación. Pues bien, todos sabemos que el dinero es importante y valiosos por los bienes y servicios que nos permite adquirir, y además por la posición social en el que nos enmarca. No obstante, el valor directo disminuye cuando las necesidades que satisface ya se encuentran cubiertas. Por lo tanto, el dinero tiene límites en su potencial de satisfacción, por lo que las organizaciones deberán de buscar otra alternativa para incentivar a sus empleados, y aquí entra en juego el "Salario Emocional" .